Imagina que, en mitad de un informativo, el presentador anuncia que piensa suicidarse en directo. E imagina, también, que a la cadena de TV para la que trabaja le encanta la idea, convirtiéndole en una estrella mediática y batiendo récords de audiencia en el proceso. Si te parece que vamos a contarte una historia real, no te culpamos, pero no es así… de momento. Acabamos de resumirte el argumento de Network (1976).
Dirigida por Sydney Lumet y escrita por Paddy Chayefsky, Network nació con la intención de criticar el estado de los medios en el momento de su estreno… pero acabó prediciendo todos los vicios que aquejan a la comunicación de masas en el día de hoy, desde la telebasura a la manipulación de las audiencias. ¿De verdad se adelantó tanto a su tiempo? Eso es fácil de comprobar tras el obvio homenaje que recibe en Joker y revisándola más de cuatro décadas después de su estreno. Seguro que, si la ves hoy por primera vez, tú también exclamarás “¡Estoy más que harto y no pienso seguir soportándolo!”.
A Network (y a la obra de Chayefsky, en general), se la ha acusado de ser verbosa y de cargar mucho las tintas en el discurso de sus personajes. Y aunque eso sea en parte verdad, no es óbice para reconocer que esos diálogos no solo ofrecen escalofriantes perspectivas sobre la naturaleza humana y el negocio de los medios. También son muy divertidos, y hasta descacharrantes.
“Mi marido me dejó por un tío y yo me acosté con mi psicoanalista, el cual me dijo que había sido el peor polvo de su vida”, “La televisión no es la realidad, es un jodido parque de atracciones” o “La democracia ya no existe: solo existen IBM, ITT y AT&T” son algunas de las perlas de un libreto que reparte estopa a diestro y siniestro. Y, si no les ves nada de especial a estas citas, ten en cuenta que forman parte de escenas que transcurren con la intensidad (y a la velocidad) de tiroteos en un thriller particularmente salvaje. Por algo un tal Aaron Sorkin la señala como su película favorita.
De hecho, el poder predictivo de Network va más allá de la gran empresa: la película también puede servir como anticipación de ciertos opinadores profesionales de tinte woke y rojeras. Cuando vemos a Lauren Hobbs (Marlene Warfield), una activista afroamericana más que inspirada en Angela Davis, manteniendo su fachada de militante insobornable para después dejarse comprar por los conglomerados mediáticos, nos vienen a la cabeza según qué gurús de la izquierda actual dispuestos a entonar lo de “estos son mis principios: si no te gustan, tengo otros” a coro con Groucho Marx. ¿Que esto puede ponerte de los nervios dependiendo de tu ideología? Pues sí. Pero quien esté libre de pecado…
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