¿Una advertencia disfrazada de épica espacial?
La película Ad Astra (2019), protagonizada por Brad Pitt y dirigida por James Gray, fue presentada al público como una epopeya de ciencia ficción, una odisea interestelar que prometía explorar el cosmos y los límites del alma humana.
Sin embargo, tras su estreno, muchos espectadores quedaron con una sensación extraña, casi contradictoria: ¿es realmente una película que celebra la exploración espacial, o es, más bien, una sutil advertencia sobre sus costos emocionales y existenciales?
1. El astronauta como símbolo de vacío
En lugar de mostrarnos a un astronauta heroico, curioso y apasionado por el conocimiento, Ad Astra nos presenta a Roy McBride, un hombre estoico, aislado emocionalmente y atrapado en una rutina estéril. Su ritmo cardíaco nunca sube, ni siquiera en situaciones extremas. Su vida en la Tierra es distante y solitaria; su vida en el espacio, aún más desoladora. ¿Es este el futuro que queremos imaginar para quienes se atreven a mirar hacia las estrellas?
2. El espacio no como promesa, sino como condena
A diferencia de otras películas del género —como Interestelar o 2001: Odisea del Espacio— donde el universo se presenta como un campo fértil para la expansión humana, Ad Astra muestra un cosmos frío, inhóspito y carente de propósito. Las colonias lunares son aburridas estaciones comerciales con puestos de comida rápida. Marte es un búnker sin alma. Neptuno es el destino final de la desesperación. No hay descubrimientos maravillosos, ni contactos con otras formas de vida. Solo hay vacío, abandono y una profunda sensación de insignificancia.
3. La figura del padre como anti-héroe
El viaje del protagonista es, en última instancia, un reencuentro con su padre desaparecido, quien abandonó todo en nombre de la ciencia… y terminó perdiéndose en la locura. Esta figura paterna, también astronauta, encarna la advertencia central de la película: la obsesión por el espacio puede llevar al aislamiento, al desapego emocional y a la destrucción de los lazos humanos. Lejos de ser un modelo a seguir, el padre de Roy representa el precio que se paga por perseguir una utopía que quizás nunca llegue.
4. Una narrativa introspectiva, casi nihilista
Toda la película está narrada desde el interior del protagonista. Sus reflexiones son frías, a veces mecánicas, como si incluso sus pensamientos estuvieran condicionados por la deshumanización del entorno. No hay sentido de maravilla, ni pasión científica. Solo un proceso introspectivo que lleva al espectador a cuestionarse si vale la pena sacrificar tanto por tan poco.
5. ¿Un mensaje oculto para las nuevas generaciones?
En una época donde el interés por la exploración espacial está resurgiendo gracias a iniciativas privadas como SpaceX, Blue Origin y los planes de colonización de Marte, Ad Astra podría interpretarse como un contra-discurso. Una narrativa que no celebra la carrera espacial, sino que la presenta como un camino que lleva a la soledad, la rutina y la desconexión emocional. Lejos de motivar a jóvenes a convertirse en astronautas, parece diseñarse para sembrar la duda y la desilusión.
Conclusión: Un llamado a mirar al cielo… con escepticismo
Ad Astra no es una película para inspirar a soñar con las estrellas. Es, quizás, todo lo contrario: una advertencia sobre lo que puede pasar cuando se sacrifica lo humano por lo desconocido. En vez de ser una oda a la exploración, es un poema gris sobre la soledad del que se atreve a alejarse demasiado.
Tal vez la verdadera misión no esté allá afuera, sino aquí mismo: reconectar con lo que somos, antes de perdernos buscando lo que no sabemos si existe.
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