En los últimos años, hemos sido testigos de un cambio radical en la forma en que las voces críticas son silenciadas.

Personajes poderosos como John Kerry y Hillary Clinton han comenzado a mostrar abiertamente lo que las élites mundiales desean: un control absoluto de la narrativa, eliminando cualquier voz que contradiga su visión del mundo.

Kerry, exsecretario de Estado de Estados Unidos, afirmó que la Primera Enmienda, la misma que garantiza la libertad de expresión y religión, es un “obstáculo” para avanzar en sus planes. ¿Pero avanzar hacia qué? Evidentemente, se refiere a un mundo donde las opiniones contrarias no tengan cabida, donde el libre pensamiento sea un peligro.

Clinton, por su parte, ha dejado clara su postura al afirmar que las plataformas de redes sociales deben “moderar” el contenido para evitar perder el control. Pero, ¿quiénes son los que temen perder el control? Ciertamente, no son las personas comunes como tú y yo, sino aquellos que durante décadas han moldeado la narrativa global, creando historias que encubren la verdadera naturaleza de los eventos que transforman nuestro mundo.

Lo que antes eran “teorías de la conspiración” ahora se están confirmando como realidades. Las élites están cada vez más desesperadas, temerosas de que más personas despierten ante sus maniobras ocultas. Y esto no ocurre solo en Occidente. En China, por ejemplo, un hombre de 70 años fue encarcelado por compartir videos sobre Falun Gong, una práctica espiritual centrada en los principios de verdad, benevolencia y tolerancia. ¿Es su detención un intento de silenciar algo más profundo que una simple creencia espiritual?