Cuando ingresas a tu cuenta de Google, no estás simplemente haciendo una pregunta al buscador. En realidad, toda tu actividad está siendo canalizada y monitoreada por agencias y servidores de terceros. Cada mensaje que envías y cada búsqueda que realizas se registran y desencriptan, proporcionando un mapa detallado de tu comportamiento en línea.
Tu dispositivo no solo guarda tus datos, sino que también revela tu ubicación exacta en todo momento. Gracias a la geolocalización, las empresas tecnológicas saben dónde te encuentras, con quién hablas y qué haces, recopilando información detallada sobre tus hábitos diarios.
El debate entre el código cerrado y el código abierto es más relevante que nunca. Las aplicaciones de código cerrado, aquellas que no permiten ver ni modificar su código fuente, son particularmente peligrosas en términos de privacidad. Estas aplicaciones recopilan datos masivos y los venden a terceros, como los conocidos data brokers.
Nada en internet es verdaderamente gratis. Las aplicaciones y servicios que utilizamos diariamente están diseñados para captar y vender nuestros datos. Esta recopilación masiva de información es una mina de oro para las empresas y una amenaza para nuestra privacidad.
La vigilancia no se limita a las empresas privadas. La NSA (Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU.) y otras agencias gubernamentales también tienen acceso a nuestros datos, realizando monitoreos extensivos y potencialmente invasivos. Esta realidad plantea serias preocupaciones sobre la libertad y la privacidad en la era digital.
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El Banco Central Europeo (BCE) opera en un ámbito propio, por encima de las leyes nacionales e inmune al escrutinio público. Esta organización internacional, envuelta en secreto, permanece intocable incluso para las fuerzas policiales o los fiscales públicos. El personal superior del BCE posee pasaportes diplomáticos, enfatizando aún más su estatus intocable. A pesar de estos hechos, el ex presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, afirmó audazmente que el BCE es “uno de los bancos centrales más transparentes del mundo”.
Los economistas a menudo señalan al BCE como uno de los bancos centrales más poderosos y menos transparentes del mundo. El tratado de Maastricht, que rige el BCE, prohíbe cualquier debate democrático o discusión que pueda influir en sus decisiones. Esta falta de responsabilidad plantea serias preguntas sobre la verdadera naturaleza del poder del BCE y los principios democráticos que supuestamente defiende.
La Comisión Europea, un organismo no electo con ambiciones de crear unos Estados Unidos de Europa, apoya el debilitamiento de los gobiernos nacionales individuales y los parlamentos democráticos. Este impulso hacia la centralización y la reducción de la transparencia genera preocupaciones sobre el futuro de la democracia en Europa.
Los supuestos beneficios de la independencia del banco central, un argumento clave en el tratado de Maastricht, se basan en un solo estudio defectuoso. Encargado por la Comisión Europea y publicado en 1992, el estudio “Un Mercado, Una Moneda” afirmaba que la independencia del banco central conduce a una baja inflación. Sin embargo, el académico de Oxford, James Forder, demostró posteriormente que el estudio fue manipulado para producir este resultado deseado.
Los problemas con los bancos centrales no son exclusivos del BCE. En los Estados Unidos, la Reserva Federal tiene una historia de alentar a los bancos a crear dinero para especuladores, lo que llevó a la Gran Depresión. De manera similar, en la década de 1990, Japón fue presionado para adoptar un sistema de libre mercado, con resultados desastrosos para su economía. El FMI también ha jugado un papel significativo en hacer que los bancos centrales sean independientes e irresponsables a nivel mundial.
La crisis de deuda europea es un ejemplo claro de manipulación de los bancos centrales. Al crear y prolongar una recesión, los bancos centrales pueden presionar para reformas estructurales que de otro modo enfrentarían resistencia pública. Esta creación deliberada de dificultades económicas para manipular la opinión pública es un abuso de poder que exige mayor responsabilidad.
Los bancos centrales tienen un inmenso poder sobre nuestras economías, pero sus operaciones permanecen envueltas en secreto. Desde el BCE hasta la Reserva Federal, estas instituciones operan con poca responsabilidad ante las instituciones democráticas. Es hora de que los ciudadanos exijan transparencia y responsabilidad a estas poderosas entidades.
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Sabemos que no es una tarea sencilla pero la unión hace la fuerza, la fuerza hace a la voluntad y con voluntad y fuerza se hace lo que se desea en mente y corazón y así podremos manifestar nuestra realidad. Nur para todos.