03/10/2024 12:40 PM
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NO es el año 2024.

Nuestra Historia, NO Es Como Nos Cuentan.
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Durante siglos, la historia ha sido presentada como un relato lineal y cronológicamente exacto.

Pero cada vez más voces se alzan para cuestionar la veracidad de los hechos históricos que hemos dado por ciertos. ¿Podrían algunos de los momentos clave de nuestra historia haber sido manipulados o incluso falsificados? La respuesta a esta pregunta está sacudiendo los cimientos de la narrativa histórica tradicional.

Como habrás observado en muchos de los vídeos y publicaciones de este blog, existen pruebas arqueológicas que no encajan con la versión oficial de los hechos. Estos hallazgos, en lugar de ser estudiados con profundidad, han sido relegados a colecciones privadas o, peor aún, ocultados para proteger las mentiras históricas. Pero, ¿y si las fechas en sí mismas, esos hitos que definen el flujo de nuestra civilización, también hubieran sido alteradas?

La Hipótesis del Tiempo Fantasma

En Alemania, la hipótesis del tiempo fantasma plantea esta posibilidad perturbadora. El historiador Herbert Illig y el ingeniero Hans-Ulrich Niemitz descubrieron que la Alta Edad Media, ese periodo entre el año 614 y el 911 d.C., podría no haber existido. Según ellos, se añadieron casi tres siglos ficticios a la cronología histórica con fines políticos, creando personajes y acontecimientos que nunca ocurrieron. Entre ellos, la figura de Carlomagno, uno de los monarcas más emblemáticos de Europa, podría haber sido una invención total.

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La Nueva Cronología: Un Desafío Radical

Pero esta teoría no es un caso aislado. Desde la Rusia post-soviética, el prestigioso matemático Anatoli Fomenko y su equipo de científicos han desarrollado una revisión extrema de la cronología histórica. Conocida como la “Nueva Cronología”, esta teoría utiliza herramientas matemáticas y astrofísicas para argumentar que gran parte de nuestra historia fue escrita después del siglo X, siendo los eventos de la Biblia, la historia egipcia, y la civilización grecorromana mucho más recientes de lo que nos han hecho creer.

Según Fomenko, muchos de los acontecimientos antiguos no ocurrieron cuando pensamos, sino durante la Edad Media. Personajes bíblicos, faraones egipcios y emperadores romanos serían duplicaciones de soberanos bizantinos, y las dinastías de reyes europeos serían reflejos de gobernantes del Imperio de Constantinopla.

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Un Imperio Perdido y Borrado

Una de las revelaciones más chocantes de la Nueva Cronología es la existencia de un gran imperio euroasiático, conocido como la Gran Horda, que fue completamente borrado de los libros de historia. Este vasto imperio, que habría abarcado regiones de la actual Rusia, Ucrania y Kazajistán, fue, según esta teoría, eliminado por la Iglesia Católica y el Sacro Imperio Romano Germánico para ocultar su influencia y consolidar el poder en Occidente.

Fomenko va aún más lejos al proponer que la Jerusalén bíblica, Roma y Troya son en realidad la misma ciudad: Constantinopla. Y que la famosa catedral de Santa Sofía no es más que el Templo de Salomón que aparece en la Biblia. ¿Cómo puede una teoría tan extravagante ser ignorada? Los críticos de Fomenko han rechazado sus ideas como pseudociencia, pero no podemos negar que ha generado un debate fascinante sobre la verdadera historia de la humanidad.

Reflexión: La Historia es un Juego de Poder

La idea de que la cronología oficial podría haber sido manipulada por las élites no es solo una curiosidad, sino un desafío al modo en que entendemos nuestra realidad. La historia, como todo relato, es vulnerable a los intereses de aquellos que la escriben. ¿Podemos confiar en que lo que nos han contado es verdad? Y si no podemos, ¿qué otras partes de nuestro conocimiento histórico están igualmente corrompidas?

Es hora de que comencemos a cuestionar todo lo que creemos saber. Las teorías como la de Fomenko, aunque extremas, nos invitan a reexaminar la historia con ojos críticos. Tal vez, la verdad esté mucho más oculta de lo que pensamos.

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CUESTIONANDO LA HISTORIA ESCRITA COMO NUNCA ANTES – Anatoli Fomenko – Nueva Cronología

El canal de PachamamaFlat comenzo a doblar al español la serie completa de la Nueva Cronología de Fomenko

VEAMOS DE QUE SE TRATA.
Si yo ahora llegase a su casa y, así a lo loco, les dijera que todo lo que creen saber sobre la historia es falso, que Pericles no existió, que Alejandro Magno es una metáfora y que Cleopatra tuvo un rollete sexual con Napoleón Bonaparte seguramente me recibieran con escepticismo. O con abierta hostilidad, vaya, por lo del allanamiento de morada. Pero nos entendemos. Que no me creerían.

Pues bien, esto, todo esto, es lo que sostiene un gran héroe de la dipsomanía y los datos cogidos con pinzas. Se llama Anatoli Fomenko y de su mano vamos a conocer la Nueva Cronología mundial.

No se lo pierdan, les prometo que no tiene desperdicio.

Pero, ¿quién es Anatoli Fomenko?

El protagonista de tan pintoresca teoría se llama Anatoli Fomenko y, en contra de todos nuestros prejuicios, no se pasea por la calle con un sombrero de aluminio. Al menos que sepamos, vaya. Bien al contrario, Fomenko es un matemático de gran prestigio, profesor en la Universidad Estatal de Moscú, miembro de la Academia de las Ciencias de Rusia, galardonado con el Premio Estatal de la Federación Rusa (una especie de Premio Nacional de las Ciencias, para entendernos) y con bien merecida fama por haber presentado una solución al problema de Plateau en la teoría de superficies espectrales mínimas (que, con sinceridad, no sé muy bien lo que es, pero suena sofisticado de cojones). Ah, también es un artista de cierta calidad, un pintor que crea representaciones gráficas extremadamente atractivas para explicar complicadas ideas matemáticas. Al menos eso dice él.

O, en otras palabras, hablamos de un tipo serio, uno de esos con enormes gafotas y cara de estar siempre pensando en algo muy complicado. Solo que este, nuestro Anatoli, tiene otras aficiones. Como la de estudiar la historia según procedimientos estadísticos y matemáticos, en lugar de tirar por la vía documental, que es lo que hacemos todos. Y lo de negar el pasado, sí. Ese es su otro gran hobby. Porque Anatoli Fomenko ha venido aquí a decirte que eres un gilipollas, y que todo (pero todo, todo) en lo que crees es una mentira. Así, sin paños calientes, que duele más.

¿De dónde se saca Fomenko estas zarandajas? Pues hay una respuesta larga y otra breve. La corta es muy precisa: de sus cojones morenos. La extensa nos lleva a una dilatadísima (lo juro) lista de chiflados, tipos con intereses ocultos y genios en un día malo que, vaya usted a saber la razón, decidieron que igual el año en que vivían no era el año en que vivían, y que, oye, tampoco sabemos tanto de Gengis Khan como para tener la certeza de que no sea una creación de Stan LeeMutatis mutandi, claro.

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Porque nuestro protagonista cita una gruesa retahíla de antecedentes para sus cosas (de las que está fatal, fatal). El jesuita francés Jean Hardouin, el alemán Baldauf, el inglés Edwin Johnson (por ahora parece una alineación de la Patrulla X) y, ojo, dos platos fuertes: Newton y Morozov.

Lo de Newton puede sorprender un poco, pero hay que recordar que el gran sabio se tiró unos añitos intentando transformar el plomo en oro, lo que deja bien claro que nadie, por muy inteligente que sea, está a salvo de pasar malas rachas. Morozov, por su parte, es un precursor más claro. Este tipo (sin relación conocida con el pesimista cenizo de Evgeny Morozov) fue un revolucionario ruso que alcanzó aura casi de santo laico. Nacido en familia de clase alta, Morozov dejó atrás todo por la causa socialista, estuvo unos cuantos añitos en la cárcel, otros tantos en el exilio y conquistó éxito y popularidad bajo el gobierno soviético. Tanta que hoy hay un cráter Morozov en la Luna y un asteroide llamado Morosovia (que son dos cosas realmente envidiables, para qué engañarnos).

Pero aquí habíamos venido por lo de la cronología. Sí, este Morozov tenía unas ideas un poco particulares sobre estas cosas, porque los sabios a veces son un poco así, puro punk. Entre sus descubrimientos más llamativos podemos citar la fecha exacta del Apocalipsis de san Juan (el 30 de septiembre del año 395…hay que reconocer que no fue para tanto) o la autoría de dicha obra (que él hace reposar en Juan Crisóstomo, un patriarca de Constantinopla). Y ya a partir de ahí Morozov se viene arriba (muy, muy arriba) y dice que ha echado sus cuentas según criterios astronómicos, que ha tomado como referencia única el Almagesto (un tratado del siglo II escrito por Claudio Ptolomeo) y que, joder, aquello no cuadra. Que no cuadra nada. Vamos, que toda nuestra cronología anterior al siglo VI es una patraña. Creada artificialmente, que lo sé yo, que he hecho sumas y restas. Y que viva la Unión Soviética, coño ya.

Esas son las fuentes de Fomenko. No se dejen engañar por el tono…resultan (en un contexto general) bastante fiables. Y eso es lo que más asusta de todo este tema,

Bien, la idea base de la Nueva Cronología es tan sencilla (tan evidente) que el lector enrojecerá sin remedio al no haberse dado cuenta por sí mismo de la ciclópea mentira a la que se ha visto sometido por aviesos burócratas desde tiempo inmemorial. Sintetizando, y en pocas palabras, Fomenko nos dice que nuestra historia comienza en torno al año 800, y que todos los hechos anteriores (documentales, arqueológicos, culturales) son una invención realizada entre los siglos XV y XVII por parte de una casta de malvados (¿conspiración?, check), encabezada por la Iglesia católica. Fueron ellos, los seguidores del pescador, quienes no dudaron en levantar ruinas falsas, antedatar un par de milenios cosas como erupciones volcánicas o terremotos y, en general, ciscarse en la verdad para obtener el poder mundial (que es lo que siempre se busca en estos casos, ¿no?). Ya ven. Delirante.

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Pero, oiga, clamarán con desprecio, ¿cómo puede ser que un tipo respetable, un matemático de nivel, caiga en tales dislates? Si yo pensaba que las magufadas eran cosas de gente con túnicas y gusto por los psicotrópicos. Pues sí…y no. Porque nuestro Fomenko se basa en un montón de datos incontrovertibles (solo que se deja sin contar muchos otros también perfectamente demostrables). Vamos, que aplica elementos matemáticos, estadísticos y astronómicos (algunos bien ponderados, otros con lagunas en su reflexión) para que las cosas le salgan como él quiere. Un ejemplo: utiliza el ya citado Almagesto para extraer de él la posición en el firmamento de ocho estrellas, demostrando que ese texto no pudo escribirse en el siglo II, sino muchas centurias después. Lo cual, así analizado, es cierto, solo que el bueno de Fomenko hace trampas al solitario y omite un par de cosas: que el Almagesto recoge unos mil cuerpos celestes y no ocho (y, oh casualidad, los seleccionados por nuestro héroe de pétrea faz son los que mejor se ajustan a su rollo), y que la exactitud de sus datos no puede compararse con la que se obtiene en la actualidad (por aquello de los telescopios y esas cosas). Vamos, que Anatoli es un poco golfo, no sé si me explico…

Así que ya tenemos los dos elementos fundamentales: un siniestro plan orquestado por las élites para mantenerse en el poder, y las prueba per-fec-ta-men-te irrefutables por las cuales eso queda demostrado. Solo hay otro problemilla adicional: ¿qué hacemos con los otros elementos que sirven para datar cronologías y monumentos y todas esas cosas? Ya saben, carbono 14, dendrocronología, termoluminescencia y demás. Pues nada, descartadas. ¿Por qué? Por inexactas, aprendiz, por inexactas. Solamente sirven si se cuenta con un cronograma previo en el que cuadrar los resultados, y como tal cronograma está equivocado y viciado de raíz…pues eso, que no valen nada. Sí, señora y señores, tal cual. A mí no me miren, pregunten a Fomenko. Más aún, seguro que han pensado en otras pequeñas contradicciones. Como la iglesia románica que tiene usted en su pueblo, esa tan cuca y oscura y que está medio abandonada por la Diputación. O, si es cosmopolita, tendrá en mente el Panteón, o la Acrópolis, o hasta en el Muro de Adriano. Y si, además, es de los que entran a los museos cuando viaja pues me podrá contar que ha visto un montón de monedas antiguas, y esculturas, y vasijas, y frisos, flautas o bastones. ¿Cómo encajamos todo esto en la Nueva Cronología? Pues de la manera más sencilla posible, buen hombre: todas esas son falsificaciones creadas a partir del siglo XV y diseminadas por el mundo para mantener el enorme engaño.

Imagine, imagine a conspiradores embozados enterrando miles y miles de monedas romanas por el continente, así en plan rastreadores de tesoros pero al revés. ¿Las iglesias? Levantadas en la Edad Moderna. ¿Templos griegos y romanos? Edificados con, ojo, signos del paso del tiempo, como erosión o destrucciones parciales, para que parezcan más vetustos de lo que son. Ya ven. Y no solo en Europa, ¿eh? Las pirámides de Egipto, por ejemplo, fueron erigidas muy recientemente, durante la expedición napoleónica de finales del siglo XVIII. Y lo mismo en China (el Imperio chino es, en realidad, un invento de los jesuitas), o en Japón, o en el sudeste asiático, o en África, o en el Yucatán, o donde a ustedes les dé la gana de buscar. La Nueva Cronología lo aguanta todo.

Frente a lo demás (a las piedras, a los documentos, a las fuentes), ¿qué nos presenta Fomenko? Pues ideas sueltas, de esas que puestas unas detrás de otras acaban creando una chifladura deliciosa. Nos viene a decir que oye, si hay repeticiones en la historia pues igual es porque en realidad no son tales, sino diferentes versiones de un mismo hecho. Que hay solo cuatro fuentes históricas, y de ellas únicamente la primera es cierta, y las otras tres son copias de la anterior, multiplicando así los tiempos por cuatro. Nos dice, también, que la base documental de nuestro pasado es una manipulación realizada en el siglo XVII, sobre todo, y que la consciencia como especie empezaría, así, a la altura de la Ilustración. Que no es normal que sepamos tantos detalles de la vida de Alejandro Magno y después nos tirásemos casi medio milenio sin apenas documentos. Que la Biblia y la historia antigua (desde Grecia y Roma hasta Edad Media, visigodos, ostrogodos, vándalos y demás fauna) son en realidad invenciones hechas hace unos cuatrocientos años, relatos simbólicos que cuentan cosas muy importantes pero esencialmente falsas. Que, además, solo hemos logrado medir el tiempo con exactitud desde el siglo XII, así que todo lo anterior es forzosamente falso, fruto de invenciones y revisiones. Y, por último, que todo esto se ha hecho con un único fin: ocultar la muy decisiva influencia que en la historia del mundo tuvo una cosa que Fomenko llama «Gran Horda» y que, básicamente, es la traslación de la nación rusa a ese pasado mágico que tanto se preocupa en buscar.

En serio, no me digan que no es adorable.

 

Ejemplos prácticos para soltar en reuniones sociales

A estas alturas ustedes, que han olido sangre, están esperando algunos datos concretos, cosas de esas de soltar en mitad del vermú y dejar a todos con la boca abierta. Y en Jot Down les vamos a complacer. Después de un ímprobo esfuerzo de resumen, añado, porque las teorías de Fomenko y sus amiguetes se desarrollan durante unos cuantos tochazos (van por encima de la docena) llenos de elucubraciones farragosas, términos técnicos y lisergia general. Pero en fin, que hemos hecho de tripas corazón y para allá nos lanzamos.

Bien, empecemos con fuerza. ¿Les suena Jesús de Nazaret? Alto, con barbita, pelo largo, un final más bien tormentoso. Sí, el que vivió en Judea durante el siglo I. Esperen… Aquí es donde se nos escapa el asunto, porque para Fomenko nuestra historia no existía hace dos mil años. Así que, ¿cómo resolvemos el asunto? Pues muy fácil: Jesús de Nazaret es, en realidad, Andrónico I Comneno, un emperador bizantino que reinó entre 1183 y 1185. Esta figura es «gemela» a la de Jesús: su vida pública cubre tres años, fue acusado injustamente, entró en la gran ciudad de su zona a lomos de un animal de carga (solo que Andrónico lo hizo atado sobre un camello sarnoso, pero vaya usted a Anatoli con los detallitos), y fue sacrificado delante de una multitud, propinándole un soldado romano el golpe de gracia costal (a nuestro Comneno se lo hicieron con una espada). Ah, sus últimas palabras iban dirigidas al Señor. Ya ven, calcado. Añadimos a esto que María Magdalena es en realidad Eudoxia Macrembolitissa (una emperatriz bizantina caída en desgracia en el siglo XI), y que el Jerusalén bíblico se corresponde con Yoros, en pleno Bósforo, y tenemos una ensalada riquísima. Por cierto, la identificación de Jerusalén con la actual ciudad palestina se produce en época de Napoléon, que ya vemos que estaba bastante en el ajo… Y los británicos que no se pongan chulitos, porque todas las leyendas, hechos y hazañas de sus reyes son en realidad traslaciones de los emperadores de Bizancio.

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Vayamos a Roma… ay, Roma, la ciudad eterna. Solo que Roma, la Roma de los romanos, la de Julio César y las túnicas y el quousque tandem abutere no estaba realmente en Italia. Ni siquiera en un único sitio, vaya, sino que fue moviéndose por Alejandría, Constantinopla y Moscú. Será en el siglo XVIII cuando, en pleno Renacimiento, se reinvente la visión de la gran urbe clásica. Pero, un momento… Hemos dicho siglo XVIII y Renacimiento… Perfecto, no hay problema, Fomenko nos marca que LeonardoMiguel ÁngelDureroBoticelli y todos aquellos tipos vivieron, en realidad, durante la centuria de 1700, solo que se les atrasó un poco en la cronología oficial para que todo cuadrase. Muchos de ellos pudieron trabajar en el Vaticano, que es un edificio creado en la segunda mitad del siglo XVII para sostener (e inventar) la antigua grandeza romana, y que estaba dedicado, agárrense que vienen curvas, a Batu Khan, el nieto de Gengis Khan. Batu Khan, Vaticano… Joder, qué sencilla es la historia a veces, y cómo nos complicamos con ella. Roma fue creada de la nada en 1380 por los rusos, que malvadamente resultaron omitidos en las crónicas de la historia falsaria, transformándolos en paletos etruscos. Ah, este Batu fue el fundador de la Gran Horda rusa que dijimos más arriba, y que, básicamente, es la base auténtica de toda nuestra civilización, al menos hasta que los malditos escribas (o mandarines, o curas) se dedicaron a falsificar TODO para hacer de menos a los hijos de Rus. Solo un apunte más, la erupción del Vesubio, la de Pompeya y Herculano, es de 1631, y les vino de perlas a los falsificadores para dejar por allí cosas a medio hacer y hacerlas pasar por nuestras raíces clásicas.

Oiga, y en Oriente Próximo cómo están las cosas para Fomenko. Pues mire usted, muy claritas. Por de pronto la guerra de Troya tiene lugar entre los años 1204 y 1261, y en realidad habla de la Cuarta Cruzada, ahí es nada. En esas tierras gobierna la Gran Horda, que habla, ojo, la única lengua que existe en todo el mundo, y que es eslava. La disgregación de ese imperio se identifica simbólicamente con la caída de la Torre de Babel, y se produjo por culpa de Mahoma. Solo que Mahoma es, en realidad, Mehmet II, el que ocupó Constantinopla. Y también es Alejandro Magno, por lo de la invasión de Oriente. Y uno de sus sucesores, Solimán el Magnífico, será en realidad Salomón. Y también un poco Alejandro Magno, porque ya en plan delirio qué importa una barbaridad más. Y su templo nunca se derribó, porque si lo pensamos bien es Santa Sofía de Constantinopla, y eso sigue en pie. Y la Kaaba de la Meca es un meteorito que cayó en Novgorod en 1421. Y, ya por ir rematando, Grecia no es un lugar, sino un tiempo, y hace referencia a los siglos XII al XVI, que son aquellos previos a la gran deformación de la historia, como la Atenas clásica es el origen de muchos de nuestros rasgos culturales. Ah, ninguno de los grandes escritores, filósofos o matemáticos griegos existieron en realidad, sino que son, en la mayoría de los casos, construcciones de la Edad Moderna (los menos se quedan en reconversiones de obras muy primitivas que datan de esos siglos oscuros llamados «Grecia»). Y la guerra del Peloponeso tuvo lugar en el siglo XV en la Península Ibérica, ahí es nada. Esto es Esparta, o algo.

¿El resto del mundo? Pues lo mismo, porque lo bueno de estas cosas tan bizarras es que suelen ser universales. Hay cambios, claro. El descubrimiento de América se produce en el siglo XVII, y Colón no es sino un trasunto simbólico de Noé. Una vez allí los castellanos se dedican a sembrar el continente de restos «precolombinos», por lo de seguir con el engaño. Por cierto, que lo hacen bajo el mandato de los Borbones, porque los Habsburgo pintan más bien poco en esta historia. Sirven, únicamente, como excusa para oprimir documentalmente a la Gran Horda rusa, transformada en Imperio romano, Sacro Imperio, Imperio de los Habsburgo, Imperio bizantino, etcétera. Los occidentales, que se quieren quedar con todo el mérito.

Podríamos seguir. Por aquí sale Cleopatra teniendo un affaire amoroso con Bonaparte. Por allá asoma el Imperio de Trebisonda. Las Coronas medievales inexistentes. La Biblia redactada durante el Concilio de Trento. El éxodo judío que es en realidad la huida tras la caída de Constantinopla. Los templarios surgiendo en el siglo XVI y siendo eliminados cien años más tarde (de sus cenizas surgió Suiza, nada menos). Y, bueno, para qué engañarnos… aliens. A veces también nos hablan de aliens. Porque tienen que aparecer, ¿no?

Lean a Fomenko, amigos.

Y feliz año 869.

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