¿Alguna vez has imaginado un mundo donde los humanos ya no gobiernan, sino que somos controlados por entidades más avanzadas?
Lo que parece un argumento de ciencia ficción está siendo seriamente discutido en los más altos círculos de poder global. En este informe, exploramos las impactantes declaraciones y planes revelados por el Foro Económico Mundial (WEF) y sus influyentes aliados. ¡Descubre cómo su visión del futuro puede cambiar para siempre la vida humana tal como la conocemos!
En una reciente conferencia, Yuval Noah Harari, asesor del WEF, lanzó una predicción alarmante: “Somos probablemente una de las últimas generaciones de Homo sapiens”. Harari afirma que, dentro de un siglo, el planeta será dominado por entidades más diferentes de nosotros que nosotros de los neandertales. La clave de este cambio será la capacidad de ingeniería de cuerpos, cerebros y mentes, transformando por completo nuestra economía y sociedad.
“Quien controle los datos, controlará el futuro”, dice Harari. La recopilación masiva de datos permitirá a quienes los posean decidir no solo el destino de la humanidad, sino también el futuro de la vida en sí. Con tecnologías avanzadas, los datos personales se convertirán en la nueva moneda de poder, y la privacidad será cosa del pasado.
El WEF no oculta sus intenciones. Michael J. Evans, presidente del grupo Alibaba, reveló que están desarrollando un rastreador de huella de carbono individual que medirá desde dónde viajamos hasta lo que comemos. Este es solo un ejemplo de la ambición de crear un sistema de vigilancia omnipresente, donde cada aspecto de nuestras vidas esté bajo constante monitoreo.
Klaus Schwab, fundador del WEF, ha promovido la Cuarta Revolución Industrial, un concepto que aboga por la modificación genética y la fusión de humanos con máquinas. Según Schwab, esto no solo cambiará lo que hacemos, sino quiénes somos. Esta perspectiva futurista promete “mejorar” nuestras capacidades humanas, pero a costa de nuestra autonomía y libertad.
Para implementar esta red de vigilancia global, se están desarrollando ciudades inteligentes en todo el mundo. Estas urbes estarán repletas de tecnologías inteligentes que monitorean cada movimiento de sus habitantes. La construcción de la ciudad inteligente más grande del mundo en los Países Bajos, que requerirá la destrucción de miles de granjas, es un ejemplo de cómo se prioriza el control tecnológico sobre las preocupaciones ambientales reales.
A pesar de estos planes, hay un creciente movimiento de resistencia. Más de 1600 científicos de todo el mundo han publicado un informe declarando que no existe una emergencia climática, desafiando así la narrativa que justifica estas medidas extremas. La clave está en la unidad y la acción colectiva para decir no a estos planes de control total.
Para más detalles y una visión completa de esta situación alarmante, te invitamos a ver el video completo.
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La inteligencia artificial (IA) está avanzando a pasos agigantados, transformando muchos aspectos de la vida humana.
Recientemente, el biólogo Hasen Al-Ghaili presentó un proyecto innovador llamado Cognify, que propone una prisión futurista con celdas equipadas con cápsulas de pensamientos. En estas cápsulas, los presos experimentarían alteraciones en sus recuerdos y sentimientos mediante IA.
El objetivo principal de este sistema es permitir la liberación rápida de delincuentes, reinsertándolos en la sociedad en cuestión de días gracias a los nuevos y alterados pensamientos implantados en sus cerebros. Este enfoque revolucionario promete transformar el tratamiento de los criminales, centrando la atención en la rehabilitación en lugar del castigo.
Cognify planea conectar a los reclusos a un dispositivo similar a la realidad virtual para hackear sus cerebros e implantar sentimientos como el dolor o el remordimiento. Según Al-Ghaili, los criminales serían tratados como pacientes, y en lugar de cumplir largas sentencias en prisión, podrían completar su rehabilitación en solo unos días.
El sistema utilizaría IA para crear e implantar recuerdos artificiales en el cerebro del prisionero, simulando vivencias que nunca ocurrieron pero que parecen reales para el preso. Estos recuerdos estarían diseñados para causar traumas específicos que desalienten comportamientos delictivos futuros.
Si bien la tecnología Cognify promete un enfoque novedoso para la rehabilitación criminal, también plantea serias preocupaciones éticas. Existe el riesgo de que gobiernos autoritarios puedan usar esta tecnología para manipular y reprogramar a sus ciudadanos, eliminando la disidencia y controlando el pensamiento de la población.
El video de presentación de Cognify sugiere que esta tecnología podría utilizarse para tratar actitudes de odio y discriminación, lo cual ya está generando un intenso debate. En muchos países, los conceptos de delitos de odio y discriminación se están manipulando para ilegalizar críticas y resistencias a las agendas gubernamentales.
Hasen Al-Ghaili explica que la IA podría recopilar grandes cantidades de datos de los reclusos y personalizar el tratamiento químico y neurológico para cada individuo, cambiando su comportamiento y previniendo futuros delitos. Sin embargo, la posibilidad de usar esta tecnología en personas que no se alinean con las agendas corporativas o gubernamentales es un temor latente.
Este colectivo ha emergido como una fuerza combativa contra la zona de emisiones ultra bajas denominada ULEG (Ultra Low Emission Zone). Este plan, implementado con el objetivo de reducir la contaminación del aire en la capital británica, ha desencadenado un profundo debate sobre la justicia económica, la libertad individual y la privacidad.
La ULEG fue establecida por el alcalde de Londres, Sadiq Khan, y lanzada oficialmente el 8 de abril de 2019. Su propósito principal es disminuir la polución del aire, cobrando una tarifa diaria a los vehículos que no cumplen con los estándares de emisiones más recientes para ingresar a ciertas áreas de la ciudad. Los defensores de la ULEG argumentan que esta medida es crucial para mejorar la calidad del aire, reducir enfermedades respiratorias y combatir el cambio climático. Sin embargo, la implementación de la ULEG no ha estado exenta de críticas.
Los opositores, entre ellos los Black Runners, sostienen que esta política impone una carga financiera desproporcionada sobre los conductores de vehículos más antiguos y menos eficientes, quienes generalmente son personas de menores ingresos. Además, argumentan que la ULEG es una manifestación del creciente control gubernamental sobre la vida privada de los ciudadanos. Los Black Runners han llevado a cabo una serie de acciones directas para sabotear la infraestructura de la ULEG, incluyendo cortar cables, desactivar cámaras y destruir equipos de monitoreo.
Hasta la fecha, han dañado cientos de cámaras de la ULEG, causando millones de libras en reparaciones y pérdidas para las autoridades locales. Estas acciones han sido tanto condenadas como alabadas por diferentes sectores de la sociedad. Mientras las autoridades describen estos actos como vandalismo y sabotaje, muchos ciudadanos ven a los Black Runners como defensores de la libertad individual y la justicia económica.
La polémica en torno a los Black Runners se intensificó cuando dos niños resultaron heridos en un accidente automovilístico después de que miembros del grupo cortaran semáforos para destruir las cámaras de la ULEG. El accidente ocurrió en el sur de Londres, cuando cinco semáforos y cámaras fueron destruidos, resultando en una colisión que dejó a seis personas heridas, incluidos dos niños.
Los defensores de los Black Runners argumentan que la ULEG es una medida elitista que castiga a los más vulnerables, señalando que muchas personas no pueden permitirse actualizar sus vehículos para cumplir con los nuevos estándares de emisiones. Critican la falta de alternativas viables y asequibles en el transporte público, que sólo aquellos con dinero pueden acceder al transporte privado mientras los demás deben soportar las limitaciones impuestas.
Uno de los aspectos más controvertidos de la ULEG es el uso de cámaras de vigilancia para monitorear y hacer cumplir las normas de emisiones. Los críticos argumentan que este sistema es una invasión a la privacidad y un paso hacia un estado de vigilancia. Comparan la ULEG con otras formas de control gubernamental implementadas en otras partes del mundo, que utilizan sistemas de vigilancia similares.
Los Black Runners consideran que las cámaras de vigilancia son una herramienta de control estatal que socava las libertades individuales. Su resistencia no solo se dirige contra la ULEG, sino también contra lo que perciben como una tendencia cada vez más amplia hacia la monitorización y el control de los ciudadanos. Esta resistencia puede compararse con otros movimientos que se oponen a medidas gubernamentales invasivas, como el movimiento de los chalecos amarillos en Francia.
Somos una organización sin fines de lucro que no pertenece a ningún dogma, religión o partido político. Somos 100% independientes.
Queremos alcanzar la masa crítica necesaria para quebrar este sistema perverso de esclavitud y muerte a todos los niveles.
Sabemos que no es una tarea sencilla pero la unión hace la fuerza, la fuerza hace a la voluntad y con voluntad y fuerza se hace lo que se desea en mente y corazón y así podremos manifestar nuestra realidad. Nur para todos.