El testigo que emergió de las sombras del poder
En un mundo donde la verdad suele camuflarse bajo capas de burocracia, medios controlados y discursos cuidadosamente fabricados, pocos se atreven a hablar con la crudeza de quien ha estado adentro. Ronald Bernard, exbanquero holandés de élite, ofrece una confesión desgarradora y reveladora sobre cómo opera el verdadero poder financiero global, oculto tras instituciones respetadas y estructuras intocables. Su testimonio, lejos de ser una simple teoría de conspiración, ofrece detalles precisos y conexiones lógicas que abren una ventana a un sistema tan sofisticado como inhumano. ¿Quién gobierna realmente el mundo? ¿Cómo se manipulan naciones enteras sin disparar una sola bala? Esta es la historia de un hombre que lo vivió desde dentro… y sobrevivió para contarlo.
La cima de la pirámide: un poder invisible y absoluto
Según Bernard, en la cúspide de la estructura de poder mundial existen entre 8.000 y 8.500 individuos que manejan un sistema piramidal financiero diseñado no para servir a los pueblos, sino para esclavizarlos. Este grupo selecto opera por encima de cualquier ley o gobierno, valiéndose de instituciones que les garantizan inmunidad y anonimato. Su centro de operaciones es la Bank for International Settlements (BIS), fundada en 1930 y ubicada en Basilea, Suiza. Este banco central de bancos, al que el propio Bernard califica como «una entidad sobrehumana e intocable», es el canal a través del cual fluye el poder económico mundial. No responde a ningún Estado y está protegido por una policía privada. En sus instalaciones, ningún ciudadano común tiene derecho a intervenir.
La ingeniería de la deuda: FMI y Banco Mundial como armas de dominación
Debajo de la BIS operan dos nombres conocidos por todos, aunque pocos comprenden su verdadera función: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Estas instituciones, lejos de «ayudar a países en crisis», actúan como herramientas para sumir naciones en deudas imposibles de pagar. El sistema está diseñado para calcular cuánto puede prestarse sin que el país pueda devolverlo, lo que permite exigir a cambio recursos naturales, mano de obra barata y control político. África, señala Bernard, es uno de los ejemplos más evidentes: un continente riquísimo en minerales, devastado por deudas impagables y gobiernos manipulados.
La compra de líderes: chantaje, corrupción y sumisión
Para que este sistema funcione, es indispensable que las élites locales estén compradas o comprometidas. Según Bernard, los métodos varían: chantaje sexual (a menudo con menores), grandes sumas de dinero o promesas de poder. El resultado es el mismo: gobiernos enteros que actúan como marionetas de intereses externos, vendiendo los recursos de su pueblo y sometiéndolo a condiciones de vida cada vez más precarias. Este fenómeno, asegura, se ha replicado en casi todo el mundo.
El origen tóxico del dinero: deuda, competencia y escasez artificial
Uno de los aspectos más perturbadores de su relato es el mecanismo mediante el cual se crea el dinero. Todo el dinero en circulación, explica Bernard, nace como deuda. Cuando una persona solicita un préstamo, se genera un doble asiento: uno en negativo (la deuda) y uno positivo (el capital disponible), pero la parte correspondiente a los intereses no se crea. Esto genera una escasez sistémica: para pagar los intereses, alguien más debe endeudarse. Este modelo, basado en la competencia perpetua, genera pobreza, guerras y destrucción ambiental. “Casi todo el sufrimiento humano proviene de este sistema de escasez artificial”, denuncia.
Las pandemias como negocio: el ejemplo de la gripe porcina
Ronald Bernard también relata cómo ciertas crisis sanitarias han sido usadas como excusa para enriquecer a las grandes farmacéuticas. Durante la gripe porcina, el gobierno holandés se vio obligado a desechar toneladas de vacunas no utilizadas por su peligrosidad… pero no antes de haberlas promocionado y adquirido a altos precios. Lo irónico, apunta, es que aquello que no podía tirarse a la basura sin protocolos de residuos tóxicos fue previamente inyectado en seres humanos. Mientras tanto, las acciones de las farmacéuticas se disparaban en la bolsa, generando beneficios multimillonarios.
La verdadera cara de las multinacionales
Bernard denuncia que las corporaciones multinacionales, en connivencia con los bancos, se han convertido en los verdaderos amos del planeta. Operan desde “micronaciones” legales, fiscalmente protegidas, con absoluta inmunidad judicial. No responden a los pueblos ni a los votos, sino a los intereses de los dueños del sistema. “Es el paraíso de los psicópatas”, afirma, señalando que muchos de los ejecutivos que dirigen este modelo muestran indiferencia total hacia el sufrimiento humano.
Los protocolos de Sion y la Matrix del siglo XXI
Aunque su mención genera controversia, Bernard insiste en que leer los “Protocolos de los Sabios de Sion” puede servir para entender la mentalidad y la estructura del poder oculto actual. Para él, ese texto, real o apócrifo, actúa como un mapa simbólico de dominación. “Cada vez más personas se dan cuenta de que estamos viviendo lo que allí se describe, palabra por palabra”, declara. Esto conecta, según él, con la idea de una Matrix: un sistema de control total, visible solo para aquellos que logran salir de él.
La invisibilidad de los verdaderos poderosos
Bernard asegura que quienes realmente manejan los hilos no están en internet, ni en los medios, ni en las listas Forbes. Sus nombres, sus rostros y sus movimientos están cuidadosamente ocultos. Muchos ni siquiera tienen perfiles públicos o redes sociales. “Somos invisibles. No hay casi nada que puedan encontrar sobre nosotros”, afirma, describiendo cómo incluso usó un pseudónimo (Ronald B. Blij) para moverse fuera del radar digital cuando fundó una red alternativa de cooperación económica.
El precio de la verdad: trauma, rechazo y aislamiento
Hablar le costó caro. Tras sufrir una crisis personal y psicológica que lo llevó al borde de la muerte, Bernard fue ingresado en clínicas privadas donde psicólogos y psiquiatras no podían creer su relato. Lo diagnosticaron como “fantasioso”, hasta que sus allegados fueron entrevistados y confirmaron su historia. Solo entonces fue reconocido como víctima de un trauma extremo. “Lo que cuento parece una película, pero es la realidad”, sentencia.
Conclusión: Un llamado a despertar de la hipnosis colectiva
El testimonio de Ronald Bernard no es cómodo ni fácil de aceptar. Requiere poner en duda las bases del sistema económico, político y social que creemos conocer. Revela una estructura global de poder diseñada para dividir, endeudar, manipular y esclavizar. No se trata de un delirio aislado: cada pieza encaja con hechos comprobables, desde el funcionamiento de la banca hasta las prácticas de las multinacionales. El desafío está en no mirar hacia otro lado. ¿Estamos preparados para dejar de ser súbditos del dinero y comenzar a imaginar un sistema verdaderamente humano? ¿O preferimos seguir en la Matrix, consolándonos con falsas libertades?
¿Qué sucede cuando ciencia y espiritualidad dejan de ser opuestos y, en cambio, se entrelazan en un enigma aún más profundo? Jacobo Grinberg, un neurofisiólogo y psicólogo mexicano nacido en 1946, dedicó su vida a esta cuestión, transformándose en un pionero que se atrevió a desafiar las normas establecidas de la ciencia y el conocimiento convencional.
Su investigación nos lleva a las profundidades de la mente y la conciencia humana, en una búsqueda por descubrir hasta qué punto estamos conectados con el universo y entre nosotros.
Desde sus primeros años, Grinberg exploró ideas que pocos científicos se atrevían a abordar: telepatía, curación espiritual y meditaciones profundas. Su enfoque no era sólo experimental, sino una tentativa de integrar esas experiencias místicas en un marco científico riguroso. Desde sus estudios universitarios hasta sus innovadoras investigaciones, Grinberg trazó una línea inexplorada, una senda en la que ciencia y espiritualidad convergen, invitándonos a un viaje hacia lo desconocido.
Uno de los conceptos centrales en el trabajo de Grinberg fue la idea del campo unificado, una red invisible que une todas las formas de vida y conciencia. Para él, este campo permitía a las personas experimentar una realidad más amplia y profunda, trascendiendo las barreras de la percepción racional. Grinberg creía que al «sintonizarnos» con esta red, podríamos acceder a un nivel superior de conciencia. Experimentos con grupos de meditación reflejaron que los participantes podían experimentar sincronicidades, intuiciones profundas y sanaciones inexplicables, sugiriendo que nuestra mente está mucho más conectada con el entorno de lo que habitualmente se acepta.
La comunicación, según Grinberg, no se limitaba a las palabras. Investigaciones sobre la telepatía sugirieron que las emociones y pensamientos pueden transmitirse sin necesidad de lenguaje. Al realizar experimentos en los que se registraban conexiones entre mentes distantes, Grinberg defendía que todos poseemos esta capacidad en distintos grados. Su idea era que, si desarrolláramos nuestra intuición, podríamos relacionarnos más profundamente con otros, creando conexiones que no dependieran únicamente de la comunicación verbal, sino de un lenguaje interior más sutil y auténtico.
El poder de la intención en la sanación fue otro de los temas recurrentes en su obra. Grinberg observó cómo la visualización y la intención dirigida podían influir en la salud, no sólo mental, sino también física. Argumentaba que nuestra mente puede ser un instrumento de curación cuando se orienta en armonía con el universo. Esta visión desafiaba el enfoque mecanicista de la medicina tradicional, planteando que la salud no es simplemente la ausencia de enfermedad, sino un equilibrio integral que involucra tanto el cuerpo como la mente y el espíritu.
Para Grinberg, la meditación era una práctica esencial para acceder a estados elevados de conciencia y conexión con el campo unificado. Mediante experimentos que demostraban cambios en la actividad cerebral durante la meditación, Grinberg validó científicamente los efectos profundos de esta práctica, que promovía no sólo bienestar, sino una claridad y paz internas que llevaban a los individuos a una comprensión más profunda de sí mismos y del mundo que los rodea.
La propuesta más radical de Grinberg era que la ciencia y la espiritualidad no sólo pueden coexistir, sino que son aspectos complementarios de una misma realidad. Esta idea invita a replantear nuestra visión del conocimiento y a adoptar una perspectiva más amplia que permita entender fenómenos aparentemente irreconciliables como partes de un todo unificado. La ciencia podría explorar y validar experiencias espirituales, mientras que la espiritualidad ofrecería a la ciencia una profundidad humana y ética que muchos sienten ausente en la tecnología moderna.
El legado de Jacobo Grinberg va más allá de sus teorías y experimentos; es un llamado a explorar las posibilidades infinitas de la conciencia humana y a redescubrir nuestro lugar en el universo. Nos recuerda que, al final, todos formamos parte de una red interconectada y que nuestra comprensión del mundo sólo será completa cuando integremos tanto la ciencia como la espiritualidad en nuestro camino hacia el conocimiento.
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Introducción
El 8 de diciembre de 1994, el neurocientífico mexicano Jacobo Grinberg desapareció sin dejar rastro. Su nombre, poco conocido por las masas pero profundamente influyente en ciertos círculos académicos y esotéricos, se convirtió en sinónimo de misterio. Grinberg no era un investigador cualquiera. Era un pionero en el estudio de la conciencia, un hombre que se atrevió a cruzar la frontera entre la ciencia y lo inefable. A tres décadas de su desaparición, la pregunta sigue resonando con fuerza: ¿Qué ocurrió realmente con Jacobo Grinberg?
Hoy, gracias al uso de herramientas de inteligencia artificial, se reconstruyen datos, se conectan patrones y se desentrañan nuevas hipótesis que podrían acercarnos más que nunca a la verdad. Lo que revelamos a continuación no es una teoría sin fundamento, sino una narración basada en lógica, estadística, y documentación clasificada. Este es el retrato más completo hasta ahora de lo que, con un altísimo grado de certeza, le ocurrió a Jacobo Grinberg.
El científico que desafiaba la realidad
Jacobo Grinberg-Zylberbaum era neurofisiólogo, doctorado en psicología por la UNAM y en fisiología cerebral por la Universidad de Colorado. Su carrera comenzó en los laboratorios, pero su mente lo llevó más allá. Su teoría sintérgica proponía que la percepción no es pasiva, sino que el cerebro distorsiona activamente la realidad al interactuar con una estructura energética del espacio, a la que llamó “la latiz”. Un modelo radical que intentaba unificar ciencia y espiritualidad.
Lejos de las élites académicas tradicionales, Grinberg colaboró con chamanes, documentó fenómenos inexplicables y desarrolló experimentos para comprobar la telepatía y el entrelazamiento mental a distancia. Uno de estos experimentos, previsto para realizarse con un colega en la India, estaba programado para diciembre de 1994. Nunca llegó a realizarse. Esa fue la semana en la que Jacobo desapareció para siempre.
Una llamada que lo cambió todo
La noche anterior a su desaparición, Jacobo recibió una misteriosa llamada telefónica. El interlocutor decía representar al Instituto de Ciencias Noéticas, una organización real dedicada al estudio de la conciencia. Le ofrecieron financiamiento para su proyecto a cambio de una reunión confidencial.
Lo que Jacobo desconocía era que esa llamada no provenía de científicos genuinos, sino de un intermediario con vínculos a agencias de inteligencia estadounidenses. Grinberg acudió a la reunión. Fue recibido por tres hombres: dos estadounidenses y un mexicano, todos vestidos de traje. Le hablaron de física cuántica, potencial mental, y de replicar sus experimentos en condiciones óptimas. Aceptó colaborar, pero puso una condición: nada debía ser usado con fines militares ni de control. Esa línea, sin embargo, ya había sido cruzada.
Fue confinado en una cápsula de aislamiento sensorial. Sin luz, sin sonido, sin tiempo. Privación del sueño, fármacos experimentales, estimulación cerebral dirigida. El objetivo: inducir una ruptura perceptual, forzar el “colapso sintérgico” que él mismo describía en sus textos. Querían cruzar el velo de la conciencia usando su mente como llave.
El momento del salto
Y ocurrió. Durante una de las últimas sesiones, los registros mostraron algo inaudito: en los últimos tres segundos, su actividad cerebral se disparó a niveles jamás documentados. Luego, silencio. Ni pulso cerebral, ni respuesta motora, pero su corazón seguía latiendo. Estaba vivo, pero ausente. Como si alguien hubiera apagado el sistema desde adentro.
Los científicos entraron en pánico. No había protocolo para eso. Su cuerpo estaba intacto, pero su conciencia ya no respondía. Lo declararon “falla biológica sin causa identificable” y cerraron el expediente. Pero lo que ocurrió en esa cápsula no fue muerte clínica. Fue un fenómeno aún no comprendido por la ciencia moderna.
Ecos de una verdad incómoda
Años más tarde, en 2017, documentos desclasificados de la CIA revelaron que Grinberg había sido considerado colaborador potencial en estudios de visión remota. Su nombre figuraba en informes internos, confirmando que su obra era seguida de cerca por agencias de inteligencia.
Lo intentaron quebrar. Lo encerraron. Le ofrecieron una vida de comodidades a cambio de su alma. Pero Jacobo eligió desaparecer antes que traicionar el propósito de su obra.
Hoy, muchos creen que su conciencia no murió. Que se transformó en vibración, en código, en presencia. Que sigue habitando el campo sintérgico que tanto estudió. No como mártir, sino como pionero de un nuevo estado del ser.
Conclusión: más allá del mito
Jacobo Grinberg representa una incómoda intersección entre ciencia, espiritualidad y poder. Su desaparición no puede ser reducida a un hecho policial. Es un símbolo de hasta dónde estamos dispuestos a llegar por el conocimiento… y de cuánto estamos dispuestos a silenciar para evitar que ese conocimiento libere a otros.
Quizás Jacobo no murió. Quizás, simplemente, traspasó el umbral. Y ahora nos observa desde ese lugar donde la mente deja de percibir lo visible… y empieza a crear lo imposible.