Los Juegos Olímpicos de París 2024, inaugurados con gran pompa y circunstancia, no solo mostraron la belleza del deporte y la unidad global, sino que también dejaron entrever un mensaje mucho más profundo y oscuro.
Desde tiempos ancestrales, Francia ha sido el epicentro de movimientos secretos y poderes ocultos que han moldeado el curso de la historia. ¿Acaso la ceremonia de apertura de estos juegos fue un ritual cuidadosamente orquestado por las élites para reafirmar su dominio? Acompáñanos a desentrañar los simbolismos y mensajes crípticos que marcaron este evento y lo que realmente podrían estar diciendo sobre el futuro de nuestra sociedad.
La historia nos muestra que Francia ha sido el punto de inflexión para la élite actual. La Revolución Francesa no solo transformó el país sino que extendió el poder de la masonería, los Jesuitas y los Iluminados de Baviera por toda Europa. Hoy, estas élites, aunque divididas en diferentes ideologías, siguen usando a Francia como su centro de operaciones cultural y ideológico.
La inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 fue un espectáculo visual cargado de simbolismos. Desde la llegada del príncipe Alberto Grimaldi de Mónaco, hasta la participación de figuras deportivas como Zinedine Zidane, la ceremonia estuvo llena de mensajes destinados a los linajes de poder europeos. La presencia de estos personajes no es casualidad, sino un recordatorio de los antiguos y poderosos linajes que aún tienen influencia en el orden global actual.
Uno de los momentos más impactantes fue el inicio con la antorcha olímpica, entregada por Zidane a unos niños en un tren subterráneo. Este pasaje por las catacumbas de París, llenas de calaveras humanas, acompañado de una música tétrica, simbolizó un viaje a través de la historia oscura y oculta de Francia. La presencia de un ser sin rostro, que guió a los niños fuera de los subterráneos, refuerza la narrativa de la guía y el control que estas élites ejercen desde las sombras.
El recorrido de la antorcha por la historia francesa, pasando por la Revolución Francesa, no fue una simple rememoración histórica. La burla al antiguo orden global, representada por la imagen de María Antonieta, destaca el cambio de poder de las antiguas monarquías a las élites actuales. La Torre del Temple, construida por Caballeros Templarios, sirve como un símbolo de la conexión entre la masonería y los antiguos rituales que aún se practican en los castillos europeos.
La ceremonia también incluyó una representación moderna de la famosa pintura de “La Última Cena”, con personas de diversos orígenes y atuendos extravagantes, en un claro gesto de inclusión forzada. Este acto, aunque aparentemente inocente, forma parte de un adoctrinamiento gradual para imponer una cultura única y mundial, eliminando las tradiciones y culturas individuales de cada país.
El momento más críptico de la ceremonia fue protagonizado por un personaje siniestro sin rostro, que cabalgaba un caballo robótico a lo largo del río Sena. Esta imagen, con claras alusiones al dios esotérico Baphomet, puede interpretarse como una referencia a una antigua profecía bíblica de un jinete pálido, simbolizando la llegada de un nuevo orden mundial.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, cerró la ceremonia con un tuit que citaba el lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, claramente vinculado a la masonería y los Iluminados de Baviera. Este gesto subraya la influencia continua de estas élites en el control global.
La inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 no fue solo un espectáculo deportivo, sino un ritual ocultista cuidadosamente diseñado para transmitir los ideales y objetivos de las élites globales. ¿Es esta ceremonia una muestra de lo que está por venir? ¿Estamos presenciando el surgimiento de un nuevo orden mundial controlado por poderes ocultos?
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Este colectivo ha emergido como una fuerza combativa contra la zona de emisiones ultra bajas denominada ULEG (Ultra Low Emission Zone). Este plan, implementado con el objetivo de reducir la contaminación del aire en la capital británica, ha desencadenado un profundo debate sobre la justicia económica, la libertad individual y la privacidad.
La ULEG fue establecida por el alcalde de Londres, Sadiq Khan, y lanzada oficialmente el 8 de abril de 2019. Su propósito principal es disminuir la polución del aire, cobrando una tarifa diaria a los vehículos que no cumplen con los estándares de emisiones más recientes para ingresar a ciertas áreas de la ciudad. Los defensores de la ULEG argumentan que esta medida es crucial para mejorar la calidad del aire, reducir enfermedades respiratorias y combatir el cambio climático. Sin embargo, la implementación de la ULEG no ha estado exenta de críticas.
Los opositores, entre ellos los Black Runners, sostienen que esta política impone una carga financiera desproporcionada sobre los conductores de vehículos más antiguos y menos eficientes, quienes generalmente son personas de menores ingresos. Además, argumentan que la ULEG es una manifestación del creciente control gubernamental sobre la vida privada de los ciudadanos. Los Black Runners han llevado a cabo una serie de acciones directas para sabotear la infraestructura de la ULEG, incluyendo cortar cables, desactivar cámaras y destruir equipos de monitoreo.
Hasta la fecha, han dañado cientos de cámaras de la ULEG, causando millones de libras en reparaciones y pérdidas para las autoridades locales. Estas acciones han sido tanto condenadas como alabadas por diferentes sectores de la sociedad. Mientras las autoridades describen estos actos como vandalismo y sabotaje, muchos ciudadanos ven a los Black Runners como defensores de la libertad individual y la justicia económica.
La polémica en torno a los Black Runners se intensificó cuando dos niños resultaron heridos en un accidente automovilístico después de que miembros del grupo cortaran semáforos para destruir las cámaras de la ULEG. El accidente ocurrió en el sur de Londres, cuando cinco semáforos y cámaras fueron destruidos, resultando en una colisión que dejó a seis personas heridas, incluidos dos niños.
Los defensores de los Black Runners argumentan que la ULEG es una medida elitista que castiga a los más vulnerables, señalando que muchas personas no pueden permitirse actualizar sus vehículos para cumplir con los nuevos estándares de emisiones. Critican la falta de alternativas viables y asequibles en el transporte público, que sólo aquellos con dinero pueden acceder al transporte privado mientras los demás deben soportar las limitaciones impuestas.
Uno de los aspectos más controvertidos de la ULEG es el uso de cámaras de vigilancia para monitorear y hacer cumplir las normas de emisiones. Los críticos argumentan que este sistema es una invasión a la privacidad y un paso hacia un estado de vigilancia. Comparan la ULEG con otras formas de control gubernamental implementadas en otras partes del mundo, que utilizan sistemas de vigilancia similares.
Los Black Runners consideran que las cámaras de vigilancia son una herramienta de control estatal que socava las libertades individuales. Su resistencia no solo se dirige contra la ULEG, sino también contra lo que perciben como una tendencia cada vez más amplia hacia la monitorización y el control de los ciudadanos. Esta resistencia puede compararse con otros movimientos que se oponen a medidas gubernamentales invasivas, como el movimiento de los chalecos amarillos en Francia.
Somos una organización sin fines de lucro que no pertenece a ningún dogma, religión o partido político. Somos 100% independientes.
Queremos alcanzar la masa crítica necesaria para quebrar este sistema perverso de esclavitud y muerte a todos los niveles.
Sabemos que no es una tarea sencilla pero la unión hace la fuerza, la fuerza hace a la voluntad y con voluntad y fuerza se hace lo que se desea en mente y corazón y así podremos manifestar nuestra realidad. Nur para todos.
