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Según Freud (1930), el ser humano vive en una eterna lucha entre sus pulsiones y su necesidad de unirse a la humanidad. De esta forma, la cultura implica una limitación de la libertad, en donde las pulsiones se reprimen para ser manifestadas de otras formas que no resulten perjudiciales para la vida en sociedad.
El Club de la Lucha (El Club de la Pelea en Latinoamérica) no ha perdido su vigencia ni su interés entre el público, a pesar de que ya pasaron más de 20 años desde su estreno.
En la profundidad de la psicología de “El Club de la Pelea,” emerge una narrativa que resuena con los conceptos fundamentales de mi propia teoría analítica. Esta película dirigida por David Fincher, en su esencia, explora la lucha interior del individuo entre sus aspectos conscientes e inconscientes, personificando este conflicto a través de una organización clandestina conocida como el “Club de la Pelea.”
En la película, el personaje principal, interpretado por Edward Norton, sufre de una creciente alienación y malestar en su vida cotidiana, lo que lo lleva a buscar una liberación de sus tensiones a través de la creación de un alter ego, encarnado por Brad Pitt. Este alter ego representa la parte oscura y reprimida de su psique, un aspecto que se encuentra profundamente enraizado en su inconsciente.
En mi trabajo, he enfatizado la importancia de reconocer y confrontar los contenidos del inconsciente para lograr la individuación y el equilibrio psicológico. En “El Club de la Pelea,” este proceso se manifiesta a través de la lucha física, donde los miembros del club canalizan su agresión y reprimen sus emociones en un intento de liberarse de las limitaciones impuestas por la sociedad.
El personaje de Helena Bonham Carter también juega un papel significativo en la película, ya que representa la encarnación de la rebeldía y la falta de inhibiciones. Su relación con los dos protagonistas refleja la tensión entre el deseo de liberación y el temor a las consecuencias de ceder ante los impulsos inconscientes.
En última instancia, “El Club de la Pelea” es una exploración visualmente impactante de la psicología profunda, donde los personajes se enfrentan a sus sombras internas y buscan un sentido de autenticidad y liberación. La película plantea cuestiones existenciales y psicológicas fundamentales sobre la naturaleza de la identidad, la represión y la búsqueda de la verdadera realización personal, temas que resuenan con los conceptos centrales de mi propia obra en psicología analítica.
Según Freud (1930), el ser humano vive en una eterna lucha entre sus pulsiones y su necesidad de unirse a la humanidad.
De esta forma, la cultura implica una limitación de la libertad, en donde las pulsiones se reprimen para ser manifestadas de otras formas que no resulten perjudiciales para la vida en sociedad. Aunque esto resulta indispensable para organizar los vínculos humanos, la energía de las pulsiones no queda encerrada sino que, por el contrario, siempre busca llegar a algún lado (economía libidinal). Así, aunque la cultura reprima la pulsión de destrucción, ésta siempre buscará satisfacerse ya sea descargándose hacia afuera (hacia otros) o hacía adentro (hacía el propio yo).
Para ilustrar esta idea, en el presente escrito analizaré aspectos de la película El Club de la Pelea del director estadounidense David Fincher, en donde se observa la exteriorización de la pulsión de destrucción y el malestar, irremediable, que experimenta el ser humano frente a la incompatibilidad entre sus pulsiones y las exigencias de la cultura.
Oscar y su hermana Linda viven desde hace poco en Tokio. Él sobrevive traficando con drogas, ella trabaja como stripper en un club nocturno. Durante un forcejeo con la policía, Oscar cae herido tras un disparo. Aunque muere, su espíritu, fiel a la promesa de no abandonar a su hermana, rechaza abandonar el mundo de los vivos. Su espíritu vaga ahora por la ciudad y sus visiones son cada vez más caóticas.
Es una experiencia fascinante para unos, agotadora para otros. Todo con impresionante fotografía, música penetrante, imágenes chocantes, algo de porno y momentos geniales.
Esta es la tercera película del enfant más terrible del cine francés: Gaspar Noé. Aquellos que se incomodaron con “Climax” o “Irreversible” seguirán haciéndolo con el visionado de este viaje a los momentos transcendentales luego de desencarnar.
Uno de los cineastas más irreverentes del cine contemporáneo se confirmaba así como un virtuoso de la cámara que ahonda sin pudor en los rincones más oscuros pero tambien tabú del ser humano.
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