Australia, conocido por su lealtad a los poderes ocultos, ha vuelto a ser el escenario de un experimento sin precedentes en la historia de la vigilancia estatal.
El reciente proyecto de ley de identificación digital de 2024, aprobado por el parlamento australiano, ha desatado una ola de preocupación y resistencia. Esta legislación podría ser el comienzo de una era de control digital sin precedentes, no solo en Australia, sino en todo el mundo.
El proyecto de ley de identificación digital de 2024 es la medida más invasiva aprobada hasta la fecha, obligando a los ciudadanos australianos a autenticar su identidad para cualquier interacción en Internet. Desde transacciones en línea hasta la simple navegación, el gobierno australiano quiere saber quién hace qué en cada momento. ¿El pretexto oficial? Reducir el fraude y mejorar la seguridad en línea. Sin embargo, el verdadero objetivo parece ser mucho más siniestro: un control total y absoluto sobre la vida digital de los ciudadanos.
Australia se está convirtiendo en una sociedad donde la obediencia ciega al gobierno es la norma y la disidencia es casi inexistente. La identificación digital, ya presente en las bases de datos gubernamentales, se está expandiendo rápidamente sin mecanismos efectivos para responsabilizar al gobierno. Este contexto de sumisión y falta de cuestionamiento facilita la implementación de medidas que violan la privacidad de los ciudadanos.
El senador Malcolm Roberts ha sido una voz solitaria en el parlamento, advirtiendo sobre los peligros de esta legislación. Roberts describe el proyecto de ley como un ataque a la libertad y la privacidad, y una amenaza a la forma de vida de los australianos. Su advertencia resuena con la creciente desconfianza hacia el gobierno y sus intenciones de control.
Australia parece estar sirviendo como un campo de pruebas para políticas que podrían extenderse a nivel global. La ley de identificación digital, junto con otras legislaciones como la Ley de Seguridad en Línea y la Ley de Verificación de Servicios de Identidad, forman parte de un plan coordinado para identificar, castigar y encarcelar a quienes se opongan a las medidas futuras. Esta cárcel digital invisible parece ser el verdadero objetivo de Internet desde sus inicios.
La pandemia de hace cuatro años ya mostró hasta dónde pueden llegar los gobiernos para controlar a sus ciudadanos. Las restricciones a la libertad de expresión, circulación y pensamiento impuestas durante ese periodo han sentado las bases para un control aún más agresivo.
Para 2030, podríamos estar viviendo en un mundo donde la disidencia no sea tolerada. La identificación digital permitirá a los gobiernos saber qué opinas en redes sociales y controlar tus compras mediante el dinero digital. La digitalización de la vida cotidiana no será para nuestra comodidad, sino para nuestro control.
Las medidas que se están implementando en Australia son un claro indicio de hacia dónde nos dirigimos. Es crucial que estemos atentos y resistamos cualquier intento de imponer estas legislaciones en nuestros propios países. La libertad y la privacidad están en juego, y debemos estar preparados para defenderlas.
Te invito a dejar tus opiniones y a estar informado sobre estos temas cruciales. Gracias por apoyar la información alternativa y estar al tanto de lo que realmente está sucediendo en el mundo.
La revista The Economist siempre ha sido un reflejo de las tendencias y preocupaciones globales, proporcionando una ventana hacia lo que los poderosos tienen en mente.
La portada del 11 de mayo de 2024 no es una excepción, titulada “El nuevo orden económico”, y ofrece una visión provocadora del futuro cercano.
La portada de esta edición ilustra una división económica global inminente. Se proyecta un mundo dividido en bloques económicos territoriales: América del Norte, América del Sur, Oceanía con Australia en una categoría aparte, África, Medio Oriente, y una fraccionada Asia y Europa. Esta representación nos recuerda al distópico mundo descrito en “1984” de George Orwell, donde el mundo se divide en bloques económicos y políticos, eliminando las identidades nacionales.
El artículo que acompaña la portada argumenta que la economía mundial está al borde del colapso, con el orden establecido después de la Segunda Guerra Mundial mostrando señales de fragilidad. Diversos factores, incluyendo conflictos actuales y la corrupción generalizada, amenazan con desestabilizar el sistema global. La solución propuesta es un nuevo sistema económico, digitalizado y con mayor control sobre la población.
Históricamente, las portadas de The Economist han sido proféticas. Por ejemplo, la portada del 27 de junio de 2020, mostraba un panorama de catástrofes, muchas de las cuales se han cumplido: erupciones volcánicas, pandemias, meteoritos pasando cerca de la Tierra, y temperaturas extremas. Recientemente, entre el 9 y 12 de mayo de 2024, se han registrado fuertes llamaradas solares, cumpliendo otro de los cuadros de esa portada.
Estas erupciones solares, 17 veces más grandes que la Tierra, han afectado las comunicaciones, la red eléctrica, la navegación y los satélites. Incluso han provocado una anomalía gigantesca en el Océano Atlántico. Las auroras boreales visibles en varios países son un recordatorio del poder del sol y su impacto en nuestra tecnología, que es el pilar de la sociedad moderna.
La portada de The Economist del 11 de mayo de 2024 no solo predice cambios, sino que también sugiere que estos cambios están siendo orquestados por los más poderosos, quienes se esconden detrás de grandes corporaciones y organizaciones internacionales. Estos cambios no son fruto del agotamiento natural del sistema, sino de una manipulación deliberada para instaurar un nuevo orden económico con un control digital extremo.
Estamos en una fase de transición hacia un nuevo sistema económico, cultural, social, religioso y político. El futuro dependerá de nuestra capacidad para adaptarnos y resistir esta transformación. Si no actuamos, los poderosos podrían tener éxito en su intento de cambiarlo todo. Solo el tiempo dirá si esta visión se convertirá en realidad o si fracasará en el intento.
En resumen, la portada de The Economist del 11 de mayo de 2024 nos ofrece una visión inquietante pero fascinante de un posible futuro cercano. Nos insta a reflexionar sobre los cambios en el horizonte y a cuestionar quién realmente está detrás de ellos.
Somos una organización sin fines de lucro que no pertenece a ningún dogma, religión o partido político. Somos 100% independientes.
Queremos alcanzar la masa crítica necesaria para quebrar este sistema perverso de esclavitud y muerte a todos los niveles.
Sabemos que no es una tarea sencilla pero la unión hace la fuerza, la fuerza hace a la voluntad y con voluntad y fuerza se hace lo que se desea en mente y corazón y así podremos manifestar nuestra realidad. Nur para todos.